Lo confieso, soy uno de esos dos millones
doscientos cincuenta mil catalanes y catalanas que fue a votar el 9 de
noviembre, aniversario de la caída del muro de Berlín. Acudí a la consulta
catalana sobre el deseo o no de independizar Cataluña de España (consulta
destinada a sondear la opinión de quienes tuvieran a bien acudir a votar), con
la convicción de que mi obligación como ciudadana es participar de cualquier
clase de referéndum que me afecte y que no hacerlo era dar razones a quienes
piensan que basta con votar cada cuatro años, aunque durante esos cuatro años
quienes gobiernan se dediquen a tomarnos el pelo… y de paso parte de la
cartera.
En vista de los resultados, es evidente que
ese día votaron mayoritariamente los que quieren una Cataluña que no sea mera
autonomía sino estado. Amén de los muchos impedimentos puestos por el gobierno
central para que la consulta se celebrara, y amén de la insistencia en repetir
que la consulta de marras no era “legal”, y que no era siquiera consulta, confieso
que aún me sorprende la negativa de los muchos que se supone que no quieren una
Cataluña independiente a introducir en una urna su opinión al respecto.
¿Creen acaso que votar es apoyar la independencia, tan tontos son? Tanto criticar la desafección política, tanto reclamar una democracia participativa y ahora resulta que el 70% de los catalanes, cuando se les pregunta por algo, se quedan en casa dándose un baño de espuma.
¿Creen acaso que votar es apoyar la independencia, tan tontos son? Tanto criticar la desafección política, tanto reclamar una democracia participativa y ahora resulta que el 70% de los catalanes, cuando se les pregunta por algo, se quedan en casa dándose un baño de espuma.
Así que me permitiré la licencia aquí, aunque
nadie me haya preguntado, de contar porqué yo sí acudí a las urnas, sí quise
dar mi opinión. Ahí van las razones por las que 9N sí fui a votar:
-Porque no creo que respetar las leyes del
año de la picó sea la obligación de una democracia (y la Constitución empieza a
tener ya una edad venerable y serias goteras en su arquitectura).
-Porque creo que las leyes justas son las que
escuchan a la gente y no las que hacen oídos sordos. Estas últimas son leyes
caducas.
-Porque sí creo en las movilizaciones
populares y en la obligación de los dirigentes de escuchar la voz del pueblo,
que somos todos.
-Porque si el único camino para impulsar una
actualización del marco que nos rige es llevar las cosas al límite, habrá que
llevarlas.
-Porque para sacudir las consciencias que no
quieren ser sacudidas habrá que hacer ruido.
-Porque a pesar de que no quedó muy claro
quien convocó (glups!), fueran quienes fueran los que convocaron son mucho más
democráticos que quienes nos gobiernan desde Madrid.
-Porque a pesar de lo confuso de la pregunta
(digna de un diálogo de Mortadelo y Filemón), más vale una porquería de
pregunta que ninguna.
-Porque ni la ANC ni Omnium Cultural me han
incordiado jamás, y en cambio el gobierno de Rajoy ha acabado por hacer mi país
irrespirable.
-Porque no pienso caer en la trampa de que el
derecho a decidir no es, en estos tiempos de crisis atroz, la preocupación
primera de los catalanes y las catalanas.
-Porque nadie me impuso nada, ni me manipuló
ni me sedujo con malas artes, y mucho menos me dijo qué tenía que votar (y eso
a pesar de unos medios públicos empeñados en convertirnos a todos a la religión
del soberanismo).
-Por ver el ambiente, que era festivo hasta
la médula y un ejemplo de ausencia de crispación.
-Y, qué caray, porque aspiro a un país donde
votar a menudo por las cosas más variadas (escuelas, hospitales, zonas verdes…)
sea lo normal.
Por cierto que olvidé deciros que voté NO. No
me gustaría que Cataluña se separara de España, y creo firmemente en un nuevo
encaje territorial donde quepamos todos y todas, y donde se respeten todas las
culturas (no como hasta ahora, sino de verdad). Pero me parece muy bien que
otros no piensen como yo. Me asustan las imposiciones, no los afectos y los
desafectos. Esos, personalmente, aspiro a poder manejarlos desde la convivencia
y el respeto. Tampoco es tan difícil, la verdad.