jueves, 31 de enero de 2013

2. CHORICISMO

Nuestros compatriotas llevan siglos practicando el mismo deporte (cuanto menos desde El lazarillo de Tormes) y ahora resulta que empezamos a hablar de él como si estuviera recién inventado o acabara de llegar por bandeja diplomática procedente de algún país con licencia para robar. Alguien tendría que analizar a fondo de una vez por todas esa vieja costumbre de la desmemoria, que todo lo convierte en novedad e impide así hurgar en las raíces y anticipar también, en consecuencia, los brotes verdes que están por llegar. Aquí agenciarse lo ajeno ha sido siempre una práctica común, tan extendida como los bocadillos de calamares en los aledaños de la madrileña Plaza Mayor, las banderillas de encurtidos en los mostradores de los bares de nuestra ancha y variada geografía o las turcas de garrafón, de tan letales consecuencias para los lunes laborables y, en general, para el progreso económico del país.

Puestos a no mirar demasiado atrás (tampoco se trata de citar la nefasta conquista de América), pongamos que desde los albores de la democracia se viene comentando, tanto en voz alta como en voz baja, que la financiación de nuestros partidos políticos no tiene un palmo de limpio, del mismo modo que de todos es sabido que el arte de defraudar a la Hacienda pública es entre nosotros eso, todo un arte, y como tal se aplaude con el mismo énfasis que los quiebros de un torero. Para colmo la lista de las pequeñas y grandes corruptelas se aliña con una impudicia que da vértigo. Así, a nuestras orondas alcaldesas no les da reparo lucir bolsos carísimos mientras son recriminadas a gritos por parados de larga duración, ni a ciertos politicastros salir a deambular por sus predios jaleados por aquellos a quienes conceden prebendas, cual caciques de tres al cuarto, en lujosos vehículos de no se sabe cuántos caballos, a ser posible de colores vistosos, no fueran a pasar desapercibidos; hubo incluso uno que los coleccionaba, el infeliz, sin ver en ello mayor culpa que la de ser un vulgar nouveau riche.

La trama Gürtel, que cual mancha de aceite se extiende hasta no se sabe qué oscuros cajones; los trajes que El Bigotes regalaba sin tregua al listillo de Camps, quien los aceptaba gustoso; el tal Bárcenas, tesorero del PP, y sus millonarias cuentas en paraísos fiscales; los sobresueldos en dinero negro que los altos cargos pillan prestos sin ningún reparo; los alcaldes que se forran a base de adjudicar contratas a empresas de familiares y amigos; las acusaciones de viajes furtivos a Andorra con que se quiere manchar a un político catalán, hijo para más señas de un notable, cuando esa práctica está tan extendida entre quienes tienen cuatro duros como entre los taxistas escuchar la Cope... Variantes todas ellas de un mismo no haber entendido que el país se construye hombro con hombro y no sablazo a sablazo. Incluso el cambio mal dado por el tendero de la esquina provoca en el españolito y la españolita un regusto de placer cuando se lo meten en el bolsillo sin decir ni pío. ¡Adónde iremos a parar!

Todo demasiado similar, no nos vamos a engañar, a aquella Marbellalandia que se montó Jesús Gil antes el estupor de todos y con la connivencia de tantos, ladrón sin guante blanco y con un gusto lo que se dice atroz (en especial para las camisas y la decoración de interiores), cosa que nos permite afirmar que el choricismo, la corrupción y sus muchas variantes son aquí fenómenos ya sistémicos, arraigados en lo más hondo del ADN hispano. ¿Qué más decir sobre el noble arte de robar, cuando quien no lo practica es mirado con desconfianza y tachado de tonto de remate o de algo peor? Ahí va un pequeño repertorio.

Robar es bonito. Robar es ético. Robar está bien visto…

No dejes para mañana lo que puedas robar hoy.

Al mal tiempo, buen botín.

Ande yo caliente, robe yo a la gente.

No se robó Zamora en una hora.

Quien mal roba, mal acaba.

El movimiento se demuestra robando.

La ocasión hace al ladrón y el ladrón hace la ocasión.

Cree el ladrón que todos son de su condición… y no se equivoca.

Y, por supuesto, quien robe el último robará mejor.

¡Arriba España!

viernes, 4 de enero de 2013

1. NUESTRA FRIDA KHALO

Es una gran alegría que María Blanchard haya llegado al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) y que lo haya hecho por la puerta grande, con una exposición antológica que nos permite echar un generoso vistazo a su obra, que sin duda se halla entre las más sugestivas realizada por un artista español en las primeras décadas del siglo XX. Ni todas las artistas entran en ese templo artístico, ni tampoco fueron precisamente muchas las mujeres que a principios del XX (y que no decir antes) pudieron desarrollar sus capacidades creadoras hasta el punto de ser apreciadas, poco o mucho, por sus contemporáneos, de modo que nuestra congratulación es doble.

Me paseo por las salas que albergaron antaño el Hospital San Carlos contemplando la muestra de esta pintora santanderina nacida en 1881 y fallecida en París en 1932, a la que pilló de pleno la explosión cubista, en la que se sumergió en unos años clave para su formación, pero de la que salió más fortalecida que antes, lo que la llevó a optar por un expresionismo muy cercano al de la mejor Frida Khalo. La exposición recoge setenta y cuatro obras, entre sus orígenes figurativos (que incluyen toques  simbolistas y, cómo no, otros ya tremendamente expresionistas), su larga incursión cubista y su regreso al figurativismo en un alarde de personalidad propia difícil de soslayar.

Pero, ¿quién es María Blanchard? Hasta 1976 no se realizó en España una antológica suya, en concreto en la madrileña Galería Biosca (en el catálogo que se hizo para la ocasión hallamos incluso un texto de la Condesa de Campo Alange, quien ya le dedicó un estudio publicado en 1944). María Blanchard arrastró desde siempre una limitación física que contribuyó en mucho a forjar su carácter: “cambiaría toda mi obra... por un poco de belleza”, llegó a decir. Al bajar de un coche de caballos, embarazada, la madre de María sufrió una caída, y la niña nació con una doble desviación de columna, que conllevó una seria deformidad. Fue bautizada con el nombre de María Gutiérrez-Cueto y animada por su familia llegó en 1903 a Madrid siguiendo los pasos de su vocación artística. Mas no será hasta su traslado a París en 1909, donde sería alumna de Anglada Camarasa, cuando su trabajo comience a afianzarse. 26, Rue du Départ - Érase una vez en París es el título del documental, de reciente estreno, que le ha dedicado Gloria Crespo MacLennan.

En su no muy extensa pero sí intensa trayectoria fue amiga de Gómez de la Serna, de Diego Rivera, de Juan Gris... e incluso García Lorca le dedicó una elegía, en la que afirmó que “la lucha de María Blanchard fue dura, áspera, pinchosa, como rama de encina”, cosa que sin embargo no la empujó al resentimiento. Contrahecha, literalmente jorobada, no es sólo por ello nuestra Frida Khalo, sino también y sobre todo por la explosión de fuerza, arrojo y color que su obra exhibe y por su rabiosa valentía a la hora de expresarse con el pincel. Ambas fueron también mujeres temperamentales y excéntricas, con las que debió resultar difícil lidiar. Frida Khalo hace largos años que es mundialmente apreciada y la suya es la biografía de la editorial Circe más vendida. Blanchard está aún, mal que bien, por descubrir.

Porque esta exposición que se le brinda, y se nos brinda, podría haber servido de mucho más de lo que ha servido y es una lástima tener que admitir que estamos ante una ocasión perdida. Figura de la vanguardia que triunfó en un mundo de hombres, androcéntrico hasta la médula, resulta en su enfoque cuanto menos sorprendente la ausencia de una visión de género, por tímida que fuera. María José Salazar, comisaria de la exposición, tendría que haberse mojado mucho más y es una pena que no la haya hecho. Hoy en día resulta enormemente empobrecedor obedecer al orden cronológico para mostrar la obra de un artista. Y aunque sin duda sea de gran interés constatar que en los años centrales de su carrera Blanchard fue una espléndida emuladora de Juan Gris (e inclusive que sus piezas cubistas aportan matices que la singularizan en el seno de dicha corriente), podría haberse guardado esa faceta suya para algún ejercicio comparativo, que podría haber consistido en exhibirla algún día mano a mano con el que fuera su maestro y amigo.

Con tener ojos basta para constatar que su fuerza, su verdadero genio, está encerrado en las obras que precedieron y siguieron a su incursión cubista. Y es allí donde su interés por retratar a las mujeres adquiere un brillo propio, en obras como “La comulgante” (1914), “La española” (1910-15), “Mujer a la mandolina” (1916-17), ”Pianista” (1919), “Mujer peinándose” (1923), “Las dos huérfanas” (1923), “La golosa” (1924), “La echadora de cartas” (1924-26), “La convaleciente” (1925-26)... y cómo no en esas maternidades que desbordan los cauces de su tiempo. Hubiera sido una fiesta poder acceder a ese proteico recorrido de vigor y colorido, trazo contundente y alto sentido plástico, con el debido acompañamiento, aquí inexistente.

Como complemento a la muestra el Reina Sofía celebró un seminario titulado “En torno a María Blanchard. Vanguardia e identidad”, en el que por cierto tampoco hubo intervención alguna que incidiera en la cuestión de género. No cabe duda que se ha querido ver en Blanchard más vanguardia que identidad, desatendiendo este aspecto que creo firmemente es el que tiene en ella mayor interés. Invita al desaliento que momentos tan conservadores nos traigan miradas tan tibias y que se aprovechen tan poco los espacios públicos. Esta exposición no está a la altura de Manuel Borja-Villel, su director. En arte no valen, no han valido nunca, ejercicios de corrección política y de los comisarios se esperan miradas osadas que traigan propuestas de futuro, no baños en formol que conviertan a los grandes olvidados en nuevos clásicos sin pasar por el diálogo con el tiempo histórico que los rescata. En arte la genealogía se hace al andar e implica echar la carne en el asador. Pasar de largo en un aspecto tan relevante como es que María Blanchard incidió en el retrato de las mujeres desde un prisma radicalmente distinto al de sus contemporáneos, es un insulto al trabajo de quienes sí están revisitando la obra de las artistas con miradas que construyen desde el compromiso. La exposición dura hasta el 25 de febrero. Por muchos que sean los peros, no os la perdáis.

Versión en catalán aquí:
http://www.laindependent.cat/index.php?option=com_content&view=article&id=3240%3Ala-nostra-frida-khalo&catid=94%3Aart&Itemid=131&lang=ca